Dualidad y matices barriales: caso Las Palmas
Estudiante Samir Borja García - Grupo de Investigación Hábitat, Comunicación y Cultura
Medellín, Julio de 2015
Tras los "gigantes de concreto" que se alzan en el borde de la avenida Oriental, empieza a elevarse el antiguo barrio de las Palmas, un lugar asentado sobre la ladera del cerro la asomadera cuyo pasado veredal se remonta a épocas de la villa. Una tierra forjada y autoconstruida por campesinos y obreros. De este pasado, aun persisten algunos vestigios, como muros de tapia, entretejidos de paja y restos de tierra seca del bahareque que algún día se levantó y que ahora es ajeno a las nuevas tipologías de vivienda que se han establecido en el sector.
Las Palmas es un sector cuya cercanía al centro ha incidido en su desarrollo urbano. "El centro excluye al barrio, y el barrio incluye al centro", una relación de dependencia y segregación reciproca, existente en un mismo territorio; con historias y mensajes plasmados en sus muros, bloques de inquilinatos atestados de trapos de colores secados al sol, que evidencian una de las incontables necesidades espaciales que albergan estas edificaciones.
Doblando la cuadra, frente al cementerio San Lorenzo, barrio de muertos que ya se “trastearon”, hay marcas y símbolos que dicen que te están observando y que el lugar le pertenece a alguien. Desde ese punto se oye por última vez la inmensa selva de concreto y el caos que de ella emana, al tiempo que se va disipando con cada paso que se da hacia el interior del barrio.
En las Palmas se vive de dos maneras distintas, una cuyo trazado rectilíneo regido por la dinámica del comercio y sus diferentes servicios, hace partícipe al barrio de ventajas y desventajas, de facilidades y de la identidad difusa que expresa. En la otra, las calles serpenteantes, una trama artificiosa y orgánica concentra las principales relaciones culturales, religiosas y uno de los espacios urbanos nodales por excelencia para la población, la calle. Pero no cualquier calle, sino aquella que es vivida y apropiada por sus moradores, de juegos, fiestas, chistes y tertulias.
Desde el auto-reconocimiento y apropiación de anécdotas, costumbres, paisajes y demás vivencias barriales significativas es posible generar compromisos importantes entre el habitante y el territorio, que permitan el desarrollo de iniciativas encaminadas a un mejoramiento consciente, nacido desde la comunidad, asimilado, abalado y respetado por la misma, en prelación a la intervención física, propagandista y sugestiva de un "progreso" anónimo.
La ciudad está en constante restauración y el gremio constructor está llamado a ser parte activa de este proceso, pero "Comprender nuestros paisajes, nuestros territorios y los edificios que nos rodean, los que frecuentamos, las disposiciones, las esquinas y las galerías constituye un método infinitamente rico de contar la historia, las elecciones de los poderes, las elecciones de la sociedad, los conflictos, los sueños y las utopías de cada uno. Para cada muro hay una infinidad de historias, pequeñas y grandes, individuales y colectivas, alegres y trágicas, mediocres y utópicas. No es una metáfora. Es un ángulo de ataque, una manera de gustar y de analizar las aventuras humanas" Richard Copans.