Ricardo Castro es el nuevo integrante del cuerpo docente de la Escuela de Planeación Urbano-Regional, quien desde pequeño demostró una afinidad particular por aprender a identificar los nombres de las capitales, a la vez que coloreaba las banderas y mapas que tenía a su alcance. Este gusto hizo que su tía pudiera dilucidar el potencial relacionado a los conocimientos geo-espaciales que él tenía, lo cual marcaría la ruta que años más tarde seguiría en su proceso formativo. Su tía se convirtió en el motor que impulsó y guio la trayectoria vocacional de Ricardo, ya que fue la primera persona en su familia que pudo finalizar sus estudios universitarios, hecho que la convirtió en un referente de progreso, “mi tía Sandra es antropóloga y ella fue la persona que me permitió ampliar las oportunidades, me ayudó durante toda la carrera y me animó a estudiar geografía”, expresó Ricardo. Ella logró abrir la gama de opciones académicas a las que él podía acceder y le ayudó en su elección vocacional, evidenciando la relevancia que adquiere contar con personas cercanas que inspiren a trasegar nuevos caminos, los cuales en ocasiones implican sacrificios, pero que a través de la disciplina se logran sortear. Ricardo afirmó que la geografía siempre estuvo presente en su forma de leer el mundo, confirmando así la visión de su tía Sandra, y a medida que pasó el tiempo fue añadiendo más variables para entender la incidencia de esta ciencia con el entorno socio-cultural en que se aplica; sobre este tema indicó que: “La geografía te ayuda a repensar al individuo espacial y temporalmente, contemplando todo cuanto sucede alrededor y cómo eso influye en los cambios”. También no olvida las complejas particularidades que padeció como sujeto al hacer parte de un entorno, sobre todo viviendo en Bogotá durante la década de los 90´s, una época que marcó a los habitantes del país de manera espacial, temporal y social, debido a las problemáticas causadas por el narcotráfico del momento. “Yo viví la guerra de Colombia con carros bomba y el miedo de mi padre por ser funcionario. En ese tiempo, era un trabajo muy riesgoso”, confiesa Ricardo. La incidencia de la violencia en el territorio fue tan severa que aun cuando los habitantes de esa época se refieren a los días de las bombas y el terror, un halo de miedo les recorre el rostro. En esos tiempos oscuros, Colombia se había convertido en un territorio hostil en el que no solo las bombas atemorizaban a los ciudadanos, el hambre, la falta de trabajo y la incertidumbre eran el panorama social por excelencia, pero Ricardo incentivado por Sandra seguía aspirando a crearse una nueva realidad social y esta convicción hizo que lograra entrar como estudiante en la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, “Para mí, el alma máter, es como el lugar de las oportunidades, porque yo vengo de una familia muy pobre de Bogotá, de hecho vivíamos en una casa prefabricada, éramos tres hermanos y mi madre estuvo casi sola cuidándonos, porque mi padre por su trabajo, se veía obligado ausentarse por mucho tiempo” recuerda el profesor Castro. Si bien Ricardo logró superarse intelectual y profesionalmente por encima de las posibilidades que inicialmente le estaban dadas, mantiene esa humildad y sencillez que siempre lo ha caracterizado y se refleja en su profesión al orientar y apoyar a otros jóvenes -con realidades similares a la suya años atrás- a lograr sus metas académicas. Agradecemos al profesor Ricardo Castro por dejarnos entrar un poco en su intimidad y compartir con la comunidad de la Facultad de Arquitectura su experiencia. Le deseamos muchos éxitos en su rol como docente y que pueda seguir aportando a la construcción de posibilidades ampliadas para sus estudiantes. |