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2023 07 06 AlvaroCorrea3

En el transcurso de la vida, pasamos de una etapa a otra en la que el tiempo y las actividades que realizamos son determinantes para definirla. La jubilación es una de estas etapas, algunos la perciben con beneplácito, otros con cierto recelo. Para el profesor Álvaro Correa, la jubilación es otra etapa que piensa disfrutar con mucha tranquilidad, pero siempre con el mismo entusiasmo y optimismo que lo caracteriza.

Admite que al principio la transición no será fácil -algo comprensible- teniendo en cuenta que estuvo conectado con la universidad durante más de 40 años de su vida, inicialmente como estudiante de artes plásticas (1982 -1988) y luego como docente de la Escuela de Artes, que estuvo ejerciendo -a partir del 2017- conjuntamente con la coordinación de la Sala U, sin dejar mencionar que en algún momento fue director de Escuela de Artes e integrante del comité de la sala.

Como estudiante, corroboró que estudiar artes requiere tanta disciplina y responsabilidad como cualquier carrera tradicional, como ingeniería o medicina, que implicaba mucho estudio, formación y experimentación. Es en esta etapa que surge su vocación por la docencia, de enseñar a creer en uno mismo y validar el arte como algo fundamental para la vida, en su creación y apreciación.

Con humildad, confiesa que se formó como artista plástico, no como pedagogo, aprendió a ser profesor siendo profesor, descubriendo que no sólo se enseña, sino que también se muestran caminos para el crecimiento personal y profesional del estudiante. El también aprendió mucho de sus alumnos, de sus singularidades que los hacen únicos como personas y futuros profesionales del arte.

“De los estudiantes aprendí un montón… Lo que más voy a extrañar de la universidad es la relación con los estudiantes, los encuentros con ellos y sus preguntas inquietantes. Verlos crecer es maravilloso… hay casos en que entran sin rumbo, con dificultades sociales y culturales muy altas, pero poco a poco los veo convertirse y encontrar -al igual que yo- un lugar en el mundo. Creo que esto es muy satisfactorio, es el tesoro más grande que me llevo como profesor”.

Sin duda, el paso de Álvaro Correa como coordinador fue relevante en el reconocimiento que actualmente tiene Sala U como espacio expositivo tanto en la Universidad como en la ciudad de Medellín. Al ser preguntado sobre su experiencia como coordinador, confiesa que tuvo un lado bueno y positivo, así como otro que a veces fue amargo e incómodo.

El aspecto positivo es que siente que contribuyó significativamente a que Sala U permitiera -de alguna manera- amplificar la visibilidad de los artistas en la sede que anteriormente no tenían, permitiendo que muchos estudiantes, egresados e incluso profesores dieran a conocer sus trabajos. “Con Sala U, se abrió un espacio más accesible y permeable para artistas emergentes que en otros espacios les sería difícil acceder”, afirma el profesor. Sin embargo, aclara que los artistas noveles no son los únicos interesados en exponer sus obras en ella. “Hoy en día, Sala U es considerada en Medellín como un importante escenario de exhibición de arte contemporáneo, tanto que llegan solicitudes de artistas de renombre interesados en mostrar su trabajo ahí, algo que enorgullece mucho a nuestra Facultad”.

Como en todo trabajo con mucha interacción humana, hay ciertos momentos incómodos. En este caso, el profesor señala que lo negativo es cuando uno tiene injerencia en la programación de la Sala y las personas no logran participar en las exposiciones. De alguna manera, se piensa que uno es el responsable de la exclusión haciendo señalamientos que recaen en uno, como a nivel individual, a pesar de explicar que hay una selección previa de exposiciones y artistas, por cuestiones de cronograma y/o presupuesto.

Sobre su retiro, menciona sentir muchas emociones encontradas. En primer lugar, siente mucha nostalgia debido a que la universidad ha formado parte importante en su vida cotidiana y en momentos muy especiales. Está muy agradecido por haber sido su guía a encontrar su lugar en el mundo como artista. También ha conocido y compartido con un gran grupo humano en el que se cultivaron afectos y surgieron amistades en todos los niveles, desde los directivos hasta el personal de mantenimiento, a todos ellos los va a extrañar mucho.

Sin embargo, su retiro también lo llena de mucho entusiasmo porque tendrá suficiente tiempo para retomar su rol de artista. Este rol prácticamente lo había puesto en hibernación para poder ejercer sus funciones como docente. "Cuando uno se gradúa de la Escuela de Artes, no lo hace como pintor o como escultor, sino como artista plástico, una formación que brinda muchas herramientas y la libertad de inclinarse por la práctica que más le guste", menciona Álvaro Correa. Aunque se considera un artista polifacético que domina la pintura, la escultura y la fotografía, piensa inclinarse por la creación de obras tridimensionales conjuntamente con el área del espacio, ya que haber coordinado la Sala U durante muchos años le generó mucha atracción por la composición del espacio.

Desde la Facultad de Arquitectura, expresamos nuestro sincero reconocimiento por su labor y trayectoria académica en la formación de nuevos profesionales. Asimismo, le deseamos muchos éxitos en esta nueva etapa de su vida. ¡Buen viento y buena mar en los proyectos que emprende!