En el segundo piso de la Facultad de Arquitectura, contigua a la oficina de Audiovisuales se encuentra la Oficina de Acompañamiento Integral donde la psicóloga María Luisa Vera Moncada suele recibir a los estudiantes y administrativos de la Facultad para brindarles acompañamiento psicosocial cuando lo solicitan. Lleva trabajando en esa dependencia un año y medio, allí hizo sus prácticas profesionales durante el 2023, su labor gustó tanto que la contrataron a inicios de este año. Vera recuerda con cierta ironía que no quería finalizar sus prácticas en el ámbito académico -pues le interesa la psicología clínica- ahora agradece pertenecer a esta institución que le brinda, cada día, oportunidades de crecimiento, amistades y confianza en su ejercicio profesional. Un viernes soleado, conversamos acerca de su trayectoria académica y profesional. Durante la charla, hablamos de géneros musicales. Le gusta Feid, Karol G, ritmos tropicales del país y del exterior, así como los espacios abiertos de la ciudad. Disfruta ir al gimnasio y jugar voleibol. Fue una conversación en la que mostró su carismática forma de ser y de paso las motivaciones que la trajeron a esta ciudad con el propósito de realizar su sueño de ayudar a las demás personas.
Servir a los demásVera nació en el municipio de Caldas; no obstante, se crió en un corregimiento de Támesis, Antioquia, por lo que, orgullosa, dice ser de este municipio ubicado en el sureste del departamento. Rodeada de extensiones de campo verde, ella creció en una finca junto a sus dos hermanas y sus padres. “Para mí ir a mi casa y estar con mi familia es como reconectar con lo que está a mi alrededor”, cuenta la joven psicóloga que suele visitar a su familia cada vez que puede. Pensando en su futuro académico, decidió cambiar de escuela cuando estaba finalizando su bachillerato. Mientras terminaba el bachillerato, hizo una técnica en turismo con la intención de financiar sus estudios universitarios. Sin embargo, no ejerció la técnica, porque como ella cuenta, “en la vida todo llega en el momento perfecto, las personas y las oportunidades también”. En su caso, unos benefactores potenciaron sus habilidades académicas; ellos le brindaron la oportunidad de estudiar la carrera que eligiera. Indecisa entre la informática y la medicina, eligió la segunda. “Siempre me ha gustado mucho el servicio, la ayuda al otro me importa mucho”, dijo, fue la razón por la que decidió dejar a su familia, el campo y su riqueza natural. Hace 7 años, se mudó al Valle de Aburrá a estudiar medicina en una universidad de Sabaneta, allí estudió tres semestres.
Un periodo de aprendizajeVivir separada de su familia en una ciudad que la acogió, como acoge a cientos de jóvenes que llegan con la promesa de un futuro prometedor para ellos y sus familias, fue una experiencia retadora. Por un lado, estaba el nuevo entorno, las personas y su cultura citadina que contrasta con la cierta calma que se vive en los municipios. Por otro lado, su inicio en la vida universitaria estuvo marcado por momentos de grises como cuando sufrió bullying por parte de sus compañeros. Ansiedad, angustia constante, horas llorando en su habitación mientras esperaba la siguiente clase, así se sintió aquellos días que hoy recuerda como un momento de aprendizaje más. “En ese descubrimiento que uno tiene como ser humano, sentía que quería seguir ayudando al otro, que yo quería hacer algo, poner algo de mí en el mundo”, dijo Viera. Luego de reflexionar sobre cómo iba a ayudar a mejorar las condiciones de las personas, se dio cuenta de que la medicina no era su vocación.
Psicología su vocaciónRodeada de edificios industriales, locales comerciales vigilados por cámaras y humanos en condiciones de calle, se encuentra la Universidad de San Buenaventura (USB) en el centro de Medellín. La universidad de donde Vera es egresada en Psicología. Recuerda con agrado su paso por aquella institución donde se formó profesionalmente y tejió lazos de amistad. “Aprendí que a veces esos lugares que se ven tan feos no representan un peligro de hecho”, dijo acerca del entorno externo de la universidad, aparentemente peligroso por la visible exposición de personas consumiendo drogas en los espacios públicos y la tensión de inseguridad que suele acompañar este tipo de hábitos. “Me daba más miedo los que cargaban baldosas en los camiones, porque te decían cosas”, comentarios obscenos, incómodos, que le recordaban las advertencias recriminatorias de los mayores, diciéndole que no vistiera con escotes ni shores para no provocar a los hombres. Alta, de tez blanca y cabello castaño, la joven paisa ha sabido soltar recatos innecesarios y disfrutar de su cuerpo, vistiendo como se siente cómoda. Pese a que siguió recibiendo comentarios fuera de lugar, como cuando empezó prácticas en la IPS de su universidad. Estuvo un semestre en el Centro de Atención en Salud Mental acompañando a los pacientes con adicciones químicas que llegaban al lugar a recibir tratamiento psicológico. Cuenta que fue una experiencia valiosa para su formación profesional, ya que, le interesa ahondar en la psicología clínica. Tres semestres duran las prácticas de Psicología en la USB. Cuenta Vera que luego de realizar el primer semestre tuvo que buscar dónde hacer el resto de las prácticas, tal como lo determina su carrera. Así fue como, cierto día, se presentó a la convocatoria para prácticas en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Sede Medellín y pasó.
La Facultad de Arquitectura, una burbuja muy grandeSorprendida por el espacio, las instalaciones y el amplio universo académico que constituye esta sede de la Universidad Nacional, recuerda Vera, que pensó en que estaba ingresando a una burbuja muy grande. Comparar la infraestructura de esta universidad con su alma máter resulta desventajoso para la segunda; sin embargo, ella lo hizo como es natural. “Lo que más me ha gustado de esta facultad es que es en lugar seguro. Me ha encantado poder estar en medio de tanta diversidad y poder aprender a vivir dentro de esa diversidad y saber que estoy en una institución que tiene unas condiciones óptimas”. Vera no escatima en agradecimiento hacia esta universidad que le brinda estabilidad a su presente en la ciudad. “Siento que la universidad me va a dar algo más y ahora, pues que ya me gradué, que ya estoy acá, no como practicante, sino como profesional, siento que eso también le da a uno como otro poder; para construir relaciones interpersonales”, dijo. No todo es bueno en esta mirada retrospectiva de lo que ha sido su estancia en la Facultad, pues una de las situaciones que más frustración le genera a la joven psicóloga es no poder ayudar a los estudiantes como quisiera. Cuenta que la Facultad brinda apoyo psicosocial, pero no es un IPS, por lo que existen límites en la atención que brinda. Ahora bien, este servicio ayuda a muchas personas en las situaciones diarias que enfrentan durante su tránsito por la vida universitaria, el cual ella conoce por experiencia propia, puede llegar a ser traumático para algunos. En especial, para quienes son foráneos y se enfrentan a realidades hostiles. Actualmente, a la joven psicóloga le interesa comprender la discapacidad neurodivergente para en un futuro poder ayudar a estas poblaciones que son excluidas indiferentemente o directamente. Por eso se ha puesto como meta aprender el lenguaje de señas para que para poder tener esa herramienta y poder ofrecer terapia a esta población. |