El 21 de septiembre de 1984, un grupo de hombres y mujeres se encontraron en la Facultad de Arquitectura por primera vez. Desde entonces, sus vidas han estado entrelazadas por la arquitectura y las experiencias compartidas en la universidad, lo que los convoca cada año en esta fecha especial. El Día de Amor y Amistad fue una ocasión perfecta para compartir con quienes han dejado huella en nuestras vidas. Este año, un grupo de egresados del programa de Arquitectura tuvieron razones de sobra para regresar a su alma máter. “Fue significativo reunir a los compañeros hoy, especialmente porque un video de la universidad mencionó que el proyecto Arboretum cumplía 40 años, los mismos que nosotros desde que ingresamos al programa”, explicó Juan Carlos Posada González, promotor de la iniciativa. Acompañados por el ingeniero León Morales, de la Oficina de Gestión Ambiental, el grupo plantó dos nuevas especies de árboles en el Arboretum del campus El Volador de la Universidad Nacional de Colombia: un roble negro y una ceiba roja. Estas adiciones enriquecen la variedad de flora que adorna la sede. Los árboles se ubican cerca de las esculturas del maestro Pedro Nel Gómez. Además de la siembra, los egresados realizaron un recorrido por el Arboretum y Palmetum, visitaron las instalaciones de la Facultad de Arquitectura y disfrutaron de un desayuno lleno de emotivas anécdotas en la cafetería universitaria. “Conmemorar los 40 años y plantar estos árboles, que tienen un significado especial, fue un motivo muy significativo”, reflexionó Posada. “Decidimos que este año era importante regresar a la universidad, porque celebramos 40 años desde que nos conocimos aquí”, comentó Ana María Gutiérrez, arquitecta egresada y participante en la actividad. Ella resalta la importancia de estos encuentros cada 21 de septiembre, recordando que un día similar en 1984 “conocimos a nuestros amigos de vida y de profesión. Aquí vivimos las mejores épocas de nuestra vida, siempre quedarán en nuestra memoria.” Este encuentro no solo celebró cuatro décadas de amistad y experiencias compartidas, sino que también reafirmó el compromiso de los egresados con su alma máter. Al volver a sus raíces, estos arquitectos reafirman que la esencia de su formación perdura, y que cada reencuentro fortalece los lazos que han construido a lo largo de los años. “A la universidad le debo no solamente el pregrado, le debo la maestría, una esposa, dos hijas, que todavía Unisalud nos recibe y le debo cuatro años que trabajé aquí”, manifestó Posada al respecto. Así, cada 21 de septiembre se convierte en un recordatorio de que, aunque el tiempo pase, la amistad y la gratitud hacia esta institución siempre florecerán. |