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Indudablemente, a Luis Jaramillo Granada lo conocen mucho en la Facultad de Arquitectura, ya que ha trabajado más de 36 años en ella. Pero son pocos que lo identifican con ese nombre, pues casi todos lo conocen simplemente como “Lucho”.

Lucho es ese hombre amable y carismático que siempre acoge con una sonrisa al público que visita su local “Donde Lucho Café”, considerado por muchos como el punto de encuentro más importante de la Facultad de Arquitectura.

El próximo mes de octubre, Lucho va a cumplir 37 años trabajando en la Universidad. A lo largo de todo ese tiempo ha atendido y conversado con una innumerable cantidad de personas que estudiaron, laboraron y visitaron la Facultad. “Para mí la Universidad ha sido también mi escuela; he aprendido de la gente, de culturas, del valor del trabajo duro y, en términos generales, acá me formé como persona”, dice Lucho. Confiesa, que el trabajo que realiza le da doble satisfacción, por una parte, porque con él, se ha ganado el cariño y aprecio de muchos estudiantes, profesores y personal administrativo que pasaron y siguen estando en la Universidad. Por otra, el amor a su trabajo: “lo que hago me gusta, lo hago con mucho cariño”. Para él ese es el verdadero motivo por el cual su local es muy concurrido y todos los que van por primera vez, vuelven de nuevo.

 

Un poco de historia

Cuenta Luis Jaramillo, que su local “Donde Lucho Café” tiene una historia en la Facultad de Arquitectura que inclusive le antecede a la de él mismo: “Al principio de los 80, mi tío Desiderio que trabajaba en esta Facultad y debido al fallecimiento de mi abuela -por parte de mamá- logró conseguir un permiso para que mi abuelo Antonio tuviera un espacio en el bloque 24 y pudiera vender dulces y tinto y así se mantuviese ocupado y se le pasara un poco la pena de la viudez. Pero a los dos o tres años, mi abuelo enfermó y para no perder el puesto, le dijeron a mi tío que trajera otra persona, me llamó y así llegué a la UNAL”.

Lucho esperó a que su abuelo se recuperara, pero no sucedió, se incapacitó, por lo que este nieto decidió retirarse de manera definitiva del trabajo que tenía y encargarse por completo de este nuevo. En aquel entonces, el puesto era conocido como “la chaza de Toño” por su abuelo Antonio y estaba ubicada cerca de las escalinatas del segundo piso, donde duró más de 20 años.

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Luego de la reingeniería que se le efectuó al bloque 24, Lucho fue reubicado en el primer piso bajo las escalinatas de la entrada posterior del bloque, lugar donde se mantiene actualmente. Este nuevo espacio le permitió repotenciar y diversificar más la oferta de productos. Invirtió en estantes, neveras, microondas y comenzó a vender gaseosas, tortas, sándwiches y cafés con diferentes sabores.

En la búsqueda del nombre para este nuevo local, fue el profesor Julio César Sánchez director de Bienestar de la Sede de esa época y también actual, el que propuso ponerle “Donde Lucho Café”, el cual gustó y quedó. Nombre muy acertado, ya que es el café el producto que más se vende: “Lo que pide más la gente aquí es el café. Y es un caos total cuando se presenta una falla en la máquina de café. Si el local no la tiene funcionando, las ventas pueden caer hasta un 60%”, dice Lucho.

 

Perseverancia y mente positiva

La pandemia y la cuarentena obligó a la Universidad a mantenerse cerrada por casi dos años, tiempo que afectó severamente el trabajo de Lucho que depende mucho de la presencialidad en el recinto universitario. Este cierre fue tan imprevisto que gran parte de la mercancía que mantenía en el local se dañó y otra pudo sacarse para venderse y así mantenerse económicamente. Fueron momentos difíciles, profesores y estudiantes lo contactaban para expresarle su solidaridad. Sin embargo, Lucho no se quedó de brazos cruzados, con mente positiva comenzó a reinventarse ante esta nueva situación, comenzó a hacer anchetas, a vender todo tipo de comida que hacían sus familiares, entregarlas a domicilio y así mantenerse hasta que pudo abrir de nuevo su local en la Universidad.

Desde hace trece años, Lucho tiene el apoyo de su sobrino, Camilo Jaramillo, que lo ayuda atendiendo el local. Lo considera su mano derecha y futuro “heredero al trono”, quien también se destaca por su amabilidad y buen humor al momento de atender al público. Apoyo que Lucho valora mucho, ya que son más de 12 horas diarias en las que el negocio se mantiene abierto desde las 6:00 a.m., que sin su asistencia serían muy agotadoras.

A pesar del trabajo, Lucho saca tiempo para ir todos los días -y sin falta- al gimnasio, sostiene que no todo debe ser trabajar y trabajar, que hay que sacar tiempo para hacer un poco de ejercicio y así mantener una buena salud física y mental.

“Yo trabajo muy bueno aquí y quiero terminar los últimos años de vida trabajando aquí en la Universidad” dice Lucho, uno de los personajes más queridos de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.